Mi única Esperanza

Ella nació en 1918. Yo nací en 1970. Estaba escrito que en el camino nos íbamos a conocer. Ella conocía mucho de la vida y de cada una de las cosas indispensables que hay que aprender, pues las aprendí de ella.   No fue mi madre biológica. Aunque muchos creyeron que yo era el último de sus hijos. Talvez porque nos parecíamos mucho... Ella, fue quien cariñosamente me llamó Nacho.

Solo digamos que fue para mí, la única esperanza que un hombre puede tener en sus momentos de aflicción. Recordarla, es como encontrarse con uno mismo en aquellos años en que los adultos podían fumar delante de los niños, cuando los niños podían tomar café de colar, o cuando los niños debían de quedarse callados escuchando a los adultos hablar, no por su autoridad, sino para aprender de ellos.Mi Esperanza, era la solución a cualquier problema que tuviera. Cuando chico ella era quien contaba las historias más increíbles que uno pudiera haber escuchado, y todas siempre con un aire mágico y misterioso. Lo mejor de todo es que para poder entender el mensaje de su historia, usaba algo que me dejaba aún más confundido, pero con la imaginación trabajando a millón: un refrán.

Toda la noche me dejaba imaginando todo de una forma tan real, que sentía miedo. Despierto a veces, en la oscuridad de mi cuarto, me desesperaba porque no sabía cómo quitarme esas ideas de la cabeza. Afortunadamente ella, y siempre ella, venía entre las sombras a ver qué me pasaba. 

Y lo hizo así hasta que fui mayor, ante un malestar del cuerpo, alguna gripe, indigestión o problema psicológico, ella tenía una solución misteriosa que me restablecía.

Vivimos muchas vidas. Muchas estaciones. Vivimos en el campo, en un mundo de trenes, frente a la estación del ferrocarril, en un pueblo llamado Bucay. Con qué orgullo me contaba de su papá, que era Jefe del Ferrocarril de aquellos viejos años, y siempre me conversaba de la forma triste en que él murió y lo que ella sufrió.  Decía que su padre era el hombre más bueno del mundo. Decía, que me parecía a él. 

Con ella, vivimos pobreza, en el barrio más pobre de mi ciudad, en casa de caña, sin agua, sin electricidad, con fogón de carbón, al sur, y sé lo que es nadar en el sucio estero de mi ciudad.  Pero con ella vivimos también en una gran casa en uno de los barrios residenciales.  
Una de sus estrepitosas risas me indicaba que todo estaba bien, pero cuando usaba alguna de estas expresiones,  eran señal de que algo estaba mal. 
"¿Qué fue??", "Jesús Santísimo!", "Tu eres la muerte!" o "A mí me vas a decir..." 
Su humildad fue su mayor valor. Se podría decir, que cargó con su dura vida por muchos años, porque su espalda se encorvó y sus huesos no resistieron sus años. Y entre todo lo que cargó, también cargó conmigo. 

La última vez que la vi, estaba acostada, arropada, riéndose de todo lo que le decía, y preguntándome lo mismo y lo mismo, una y otra vez. Al alejarme de mi familia, me alejé tanto de ella, que ya no me reconocía. Pero yo sentía siempre, que se alegraba mucho de verme. Nos despedimos diciéndole que nos volveríamos a ver, a lo que ella contestó con una voz tierna y frágil, y con mucha lástima: 
- No me van a dejar botada. 
Ella debió ir a un lugar para ser cuidada, pero de allá nunca volvió.

Siempre que la llamé, allí estuvo. Se preocupaba por mi, desde que despertaba en la mañana para salir, hasta cuando llegaba tarde en la noche. Cuando estudiaba, hasta tarde en la noche, ella se sentaba a conversar con dos tazas de café.  Y cuando me despedía en la mañana, lo mejor era que me mandaba encomendado a su Señor, para que viajara en el bus conmigo. 

Sin ella, mi vida no hubiera sido tan "vida", tan llena de tanta "esperanza". 

En marzo del 2013, se despidió de mi y aún, me cuesta su partida, la misma que pago con silenciosas lágrimas de gratitud. 

Le hice una canción como una forma de perpetuar ese eterno enlace que siempre tendremos, y las lágrimas son porque debí hacerla, cuando vivías para que la puedas escuchar.  Le he pedido a tu Señor, a Nuestro Señor, que te la haga posible escuchar, estés donde estés, porque aunque sé que es tarde, tú me enseñaste, que lo último que se pierde, es la ESPERANZA.  Gracias por todo abuelita.  
Gracias, mi querida Esperancita.   Mi única Esperanza.

por Nacho Almeida

Comentarios

  1. Antonio Vargasmarzo 23, 2014

    Es un hermoso detalle para una persona que ha partido es la ley de la vida. te felicito

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  2. Querido amigo, esta es a mi parecer una de las mejores cosas que has hecho y tu canción realmente me gusta, aunque para entenderla es necesario conocerte y de pronto haber leído esto que has escrito, pero está muy muy bonita.

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  3. Soraya, gracias por tus palabras.

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