En 1964, un futbolista conocido como Juan "el Pato" Araujo colgó un día los pupos de centro delantero, al igual que su camiseta y puso un taller en el garaje de su casa. Tenía una vida próspera cuya felicidad se vio truncada con la grave enfermedad de uno de sus hijos. Lo llevó a los mejores médicos, y gastó dinero sin que hallaran remedio. Con un hilo de esperanza en su desesperación, acudió muchas tardes a la Iglesia de San Lorenzo, a pedirle al Jesús del Gran Poder, que lo curase. Un día y otro fue, hasta que el pobre muchacho no resistió más y murió... Entonces, enrrabietado por el dolor, fue de luto a San Lorenzo y, encarándose con el Jesús del Gran Poder le dijo: - Señor, vine a que sepas, que no vengo más a verte, porque no has querido salvar a mi hijo. Así que si quieres verme, vas a tener que ir tú a mi casa. Y se retiró muy furioso y desconsolado. Pasaron muchos años, se celebró en Sevilla una Santa Misión en la que las imágenes de Semana Sa...