En 1990, los muchachos solían reunirse a ensayar canciones y tocarlas sentados en las esquinas de los callejones o en los parques de las ciudadelas del sur de Guayaquil. Eran los tiempos en los que les faltaban instrumentos y no tenían amplificación adecuada. Tampoco disponían de un lugar de ensayo, pues en todos sus hogares les decían que lo que hacían era una pérdida de tiempo, que no conseguirían nada bueno y que los otros del grupo eran unos vagos que andaban aplanando calles. Así que por eso se reunían en los parques y casi siempre les rodeaban algunos amigos, vecinos, conocidos y desde luego, curiosos. Algunos de ellos, los más allegados al grupo, les entregaban cartas escritas a mano por ellos para que las hicieran canción y podérsela dedicar en una grabación a su chica. Otros, escribieron poesías o poemas creados por ellos, dedicados a sus enamoradas, con la misma finalidad de que fueran convertidos en canción. Alejandro Rojas, miembro del grupo, escribió la primera ...
No jodan... la música es libre!...