Si no es para tí, pues.. no es para tí...


La conocí de 17 en un curso vacacional de Relaciones Humanas en el que me inscribí recomendado por el guardián de los carros fuera de la panadería que tenía la familia. En esos días, mis amigos y yo, estábamos en toda la locura de formar una banda musical, y conversando sobre esto, le dije al guardián que tenía miedo de actuar en público. Él me recomendó inscribirme en este curso. Así lo hice y llegué a conocerla.  Muy distintos, por cierto, porque yo era alto, flaco y moreno, y ella era bajita de estatura, y tenía un aspecto bastante oriental. Era la chinita del curso.
Nos hicimos buenos amigos conversando y la acompañaba a tomar su autobús a casa, la misma que, por cierto, estaba al otro extremo de la ciudad donde yo vivía.
Confieso que me gustaba mucho, pero era bastante tímido e inexperto en eso de cortejar a una chica, así que nunca le dije nada.. pero nos llevábamos muy bien.  
Ella me hizo comprender de que si las cosas entre los dos se daban, pues, se daban; y si no, pues, no.
Una tarde lluviosa fuimos enamorados, pero duramos 2 o 3 meses.  
Recuerdo que hablábamos mucho de música, y en el jardín oscuro de su casa, solía ponerse a cantar, pero muy bajito. 
"Gira, gira, carrusel, tus ruedas de cristal..."
No podíamos vernos todos los días, porque vivía un poco lejos para mí. La iba a visitar cuando podía. Recuerden que no habían celulares ni chat en esos días. Igual, a su casa, solo podía ir a verla, pero para conversar, porque tenía un papá que la cuidaba y la vigilaba constantemente y era un poco grosero. La relación se tornó muy monótona y un día dejamos de vernos. Creo que ambos nos dimos cuenta de que no debía haber nada entre nosotros.
En 1993, en una de las tantas canciones improvisadas que hacíamos, se me ocurrió escribir una canción para ella, la cual quedó encarpetada y prácticamente en el olvido desde ese tiempo, pues nunca se tocó con las primeras bandas.
Muchos años después, comprando pizza, oí que alguien me llamaba desde la puerta de un salón de belleza, y precisamente era ella. No había cambiado casi en nada. Conversamos mucho, nos reímos demasiado. Pero ahora todo era distinto, porque ambos teníamos compromisos y matrimonios. Pero como nunca nos separamos con alguna fricción o discusión, seguíamos siendo amigos. Amigos de aquel curso de relaciones humanas. Supe, por las conversaciones, que en los años posteriores al tiempo en que dejamos de vernos, ella había sido modelo de revistas de moda, y había logrado un título en belleza.
Cuando le conté de Nacho y Los Igualados, se ofreció inmediatamente a ayudarme enviándonos artículos sobre la igualdad social.  
Ahora, reside en otra ciudad, junto con su esposo, y nuevamente nos hemos distanciado, pero de vez en cuando nos saludamos por internet.  Ella es Alba Garcés Chaw.
Cuando la visitaba en su casa, muchas veces la escuché discutiendo con su mamá en lenguaje mandarín, y supuse que ella era de China, pero al conocernos, conversó que no, que era muy ecuatoriana. De China era su mamá, quien contrajo nupcias con un marino mercante, el suboficial Garcés, y que de China solo tenía tres cosas: los ojos, su segundo nombre, y su segundo apellido.
Si algo aprendí de ella, es que nunca se complicó ante la vida: Tenía excelentes frases que me ponían a reflexionar cuando conversábamos. 
 Ante mis dudas sobre el futuro, ella me decía...

- No te preocupes.  Quien quita, quien pone, que las cosas no se den así.

Y la mejor de todas:

- Si algo no es para tí, pues no es para tí.

En el año 2014, aquella canción para ella, decidí grabarla y hacerle los arreglos respectivos en música y letra. La canción forma parte del repertorio de "canciones dedicadas" y se llama "Canción para Alba". 
Muchas gracias, amiga Alba Lian por tu apoyo a los Igualados.

por Nacho Almeida

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