A todos nos gusta la gente noble y humilde que no se cree más que nadie, que promueve a través de sus acciones la importancia de conocer las propias limitaciones y de no hacer un alarde innecesario de virtudes y bondades. La gente noble huye de la humildad falsa y afectada, del “yo lo hago todo mejor” , del orgullo narcisista y del egoísmo desmesurado. Y es que el contoneo de aquellas personas con aires de superioridad resulta tan insoportable como despreciable. Asimismo, hablar mucho y presumir en demasía y con altanería de lo que uno tiene y de lo que uno hace, suele ser el reflejo de algún tipo de carencia, vacío o descontento con la vida de uno mismo. O sea, lo que habitualmente expresamos con aquello de “mucho ruido y pocas nueces”.
No jodan... la música es libre!...